Un paseo por la oscuridad IIIDoy un pequeño paso hacia adelante hasta que las frías aguas mojan mis zapatillas. Buck se ha puesto a estirar de mi jersey. Parece que conoce mis intenciones. Me giro y enérgicamente le mando que se siente. Inmediatamente me ha obedecido, pero al verme avanzar otro paso ha ignorado mi orden y ha vuelto a tirar de mí.
La fuerza con que lo ha hecho esta vez me ha pillado totalmente desprevenida y he caído encima de su cuerpo. Buck ha gemido de dolor pero no me ha soltado, al contrario, ha aprovechado la circunstancia para agarrar mi ropa con más fuerza y alejarme de las olas.
Le grito que me suelte y me he girado dispuesta a descargar sobre él mi frustración por no saber cómo seguir viviendo. Pero cuando lo he hecho y le he visto fuertemente asido a mí ropa mirándome con sus ojos casi humanos llenos de ansiedad, me he imaginado a mi marido y a mi hijo que duermen plácidamente en sus camas sin saber nada de mis paseos nocturnos, ni de mis agujeros negros, ni de mi falta de fuerzas para enfrentarme cada mañana a un nuevo día, ni cada día a una nueva noche llena de sombras y de silencios. No puedo dejarles así, sin explicación alguna, dejando a mi marido con el continuo remordimiento de que si me hubiera oído salir o prestado más atención o… ¿Y mi hijo?, crecería pensando que no le quería ya que su simple presencia no había sido bastante para retenerme a su lado. No, no podía hacerles esto.
Me levanto lentamente acariciando con suavidad a Buck, sacudo la arena de mis ropas y de su cuerpo y vuelvo lentamente por la pasarela que conduce al paseo. Mi perro lleva mi mano entre su boca con cariño pero también con firmeza y no me la ha soltado hasta que no ha visto que tomábamos otra vez el camino de casa. En ese momento, sin apartar la mirada de mí, ha comenzado a mover la cola poco a poco demostrando su alegría.
De regreso me he vuelto a encontrar con el mismo hombre de antes, que caminaba con su perro, andaban con paso cansado y su aspecto era casi invisible, como si fueran fantasmas que se perdían en la oscuridad de la noche. En ese mismo instante he decidido que tenía que volver a tomar las riendas de mi propia vida, que no solo me pertenecía a mi, sino a mi hijo, a mi marido y hasta a Buck que me habría seguido adentrándose en las frías aguas, sin soltarme, sacrificándose en su lucha por sacarme, o tal vez, solo acompañándome para que no me sintiera tan sola durante ese viaje a lo desconocido. Cómplice, como en los paseos nocturnos que hacemos en secreto todos los días.
Al llegar a casa Buck va directo a tumbarse en su alfombra. Mientras, yo me desnudo y me pongo de nuevo el camisón que me había quitado 3 horas antes y que por un momento he estado a punto de no volverme a poner jamás.
Entro despacio en la cocina a beber agua y Buck levanta rápidamente la cabeza. Me agacho a su lado y le acaricio con cariño “Gracias Buck” le susurro mientras le rasco detrás de las orejas, “Hasta mañana”.
Cuando me acuesto mis fríos pies hacen que mi marido casi se despierte: “¿Te pasa algo, cariño?” me dice entre sueños. “No, solo he ido a beber agua” No sé si ha terminado de oír mi respuesta pero yo continúo muy bajito “Duerme, mi amor, mañana hablaremos”
Y es verdad, esta noche he tomado la decisión de contarle todo y pedirle ayuda a sabiendas de que no me la negará, ni pensará que estoy loca. Y, también sé, principalmente, que va a ser un camino muy difícil para los dos pero que llegaremos a término porque lo vamos a hacer juntos.
Con una pequeña sonrisa me abrazo a su cuerpo y espero la llegada de la luz del amanecer. Estoy segura de que este día será el principio de una nueva vida.
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Espero que hayáis disfrutado con esta pequeña lectura.