jueves, 12 de febrero de 2009

Un paseo por la oscuridad II



No sé qué es lo que me ocurre, pero cada día me siento más vacía, más sola entre la multitud. Noto como si mi cuerpo y mi mente se fueran pudriendo lentamente. Mi cuerpo porque no responde a los impulsos eléctricos que le manda mi cerebro más que con un agudo dolor en todos mis miembros limitándome hasta el punto de no conseguir que haga lo mínimo que debería poder hacer cualquier persona y mi mente porque ve que los esfuerzos que hace para que todo mejore se ven reducidos a la nada más absoluta. Cuántas veces he gritado en silencio esta frustración y he llorado con lágrimas silenciosas para no apenar a los que me rodean. He disimulado cuanto he podido sacando fuerzas de donde no quedaba más que aire viciado. Pero no sé qué me pasa, esta oscura noche sin luna, que me siento totalmente acabada, sin fuerzas para mi lucha conmigo misma ni con la realidad, que cada vez distingo menos de mis pesadillas.


No quiero contarle a mi marido cómo me siento por temor a que piense que estoy loca, yo misma lo hago continuamente, sin encontrar solución alguna para esta locura. No tengo a nadie a quien recurrir durante mis horas negras. Tan solo Buck parece entender mi estado de ánimo y no me pierde de vista. Y, cuando me siento, apoya su cabeza sobre mis piernas reclamando con un leve gemido una caricia que le demuestre que estoy todavía tocando la realidad y que soy consciente de que él está conmigo.


Distraídamente he puesto la mano en su cabeza y le he rascado detrás de las orejas como sé que a él le gusta. Pero mientras tanto me siento extrañamente atraída por la inmensidad del mar, por su negrura infinita. Parece como si el suave ruido de las olas me llamara para que las acompañe en su viaje de retorno y me deje envolver serenamente en el manto de la oscuridad.

Sin darme apenas cuenta me he encontrado caminando por la pasarela de madera que lleva hasta el mar. Buck se ha puesto delante de mí, es la primera vez en mis paseos nocturnos que me acerco a las olas. Le voy esquivando totalmente hipnotizada por el murmullo del mar que parece pronunciar dulcemente mi nombre.

El fresco aire de la noche me da en la cara alborotando mi pelo que flota como una nube alrededor de mi cabeza dándome una extraña sensación de libertad. El rumor de las olas me llama cada vez con más insistencia. El agujero negro que tengo dentro de mí se agranda por momentos y me arrastra hacia el agua, hacia la inmensidad, hacia la ansiada paz de mi torturado espíritu.



(Continuará...)

2 comentarios:

  1. Hola Merche, gracias por visitarme. Te añado a mi lista de blog asi te visito amenudo.
    Me gusta como escribes, bueno hubo un momento en que no sabía si copiabas un texto o escribías tu.
    Un besito y ya sabes donde estoy

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  2. Estoy impresionada, Merche! Y muy intrigada... deseando leer tu siguiente momento.

    Me has hecho recordar otra historia sobre el mar y la desesperación de una mujer...

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